Desde ya hace algún tiempo, el fenómeno conocido como “efecto invernadero” se ha convertido en el gran protagonista de la problemática internacional que contempla la contaminación del medio ambiente. Este efecto se origina por la absorción en la atmósfera terrestre de las radiaciones infrarrojas emitidas por la superficie impidiendo que escapen al espacio exterior y aumentado así la temperatura media del planeta.
En el año 2004 entró en vigor el “Protocolo de Kyoto” con la ratificación de Rusia. Esto marca el comienzo de la etapa donde deben disminuirse las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en un 5,2% respecto a los valores de 1990, y la meta debería ser alcanzada al finalizar el Primer Período de compromiso (comprendido entre 2008-2012). Para esto, cada país de los pertenecientes a la clasificación acordó un compromiso específico de reducción de emisiones a ser alcanzado durante ese período.
El cultivo de Jatropha curcas ahorra mediante la producción de biodiesel el consumo de diesel fósil por producción (sustitución de petróleo fósil), producción de proteína (sustitución de soya) y por fijación de carbón en troncos y raíces, entre 7-8 toneladas de CO2 por ha/año. Esto es más que el doble que cualquier cultivo forestal para madera.
Entre los beneficios más importantes de su implementación se destacan la captura de CO2 de la atmósfera, recuperación de tierras y restauración de áreas erosionadas, el mejoramiento y conservación de suelos, incremento de la biodiversidad y mejora el microclima, mitigación de las emisiones de gases contaminantes, generación de empleos estables y permanentes en el medio rural, producción de aceite vegetal que puede ser transformado en biodiesel.
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